"...subito comprai due cavalli, di cui uno d'Andalusia della razza dei certosini di Xerez, stupendo animale, castagno d'oro; l'altro un hacha cordovese, più piccolo, ma eccellente, e spiritosissimo."

(Vittorio Alfieri, La Vita scritta da esso - 1790, 1803)

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Naturalmente nessuna analogia fra me e Vittorio Alfieri. Riporto le sue parole perché mi sarebbe piaciuto vivere in Andalusia quando ci venne lui.

venerdì 12 ottobre 2012

PASEO, INCLUSO UN POCO ARBITRARIO, ENTRE LITERATURAS N.5 – La ilusión de conciliar tradición y modernidad en Egipto

Yahya Haqqī: La lámpara de Umm Hāšim
Traducción e introducción de Braulio Justel Calabozo. Instituto egipcio de estudios islámicos en Madrid, Madrid, 1993







Sumario
1. Biografía esencial
2. La lámpara de Umm Hāšim: los contenidos
3.Dos aspectos estructurales llamativos de la obra
4. Personajes y lugares
5. Conclusión

1. Biografía esencial
Yahya Haqqī (1905- 1992), de origen turco – sus antepasados eran turcos – nació en una familia acomodada, vivió y estudió en El Cairo y se licenció en derecho (1925). Su juventud y su madurez transcurrieron en décadas de cambios dramáticos para Egipto y para todo el mundo: la reducción de Egipto a protectorado británico, la independencia formal del país, la monarquía, el desarrollo de un nacionalismo anti inglés después del anti turco, el difícil equilibrio entre la monarquía, el nacionalismo del Wafd (partido nacionalista fundado en 1919) y el control británico; la intervención obligada en la segunda guerra mundial como aliado de Inglaterra, la participación en 1948 en la guerra contra Israel, el golpe de 1952 de Nagib que expulsó al rey e instauró una República; y luego el régimen de Nasser, la guerra de Suez, el fracaso de las guerras contra Israel...


Durante algunos años, Yahya Haqqī ejerció la profesión de abogado en Alejandría. Ostentó cargos públicos, fue diplomático en Roma, donde vivió cinco años, cuando Mussolini estaba en el poder. Regresó a El Cairo por el estallido de la segunda guerra mundial (1939) y se casó con una mujer que se quedó ciega y murió.
En los años siguientes ocupó cargos gubernamentales y, después de la guerra, diplomáticos en París, donde tuvo una relación con una francesa (que más tarde se convertiría en su esposa); luego en Estambul y en Libia.
En 1954 regresó a El Cairo, donde fue nombrado Director del Departamento de Arte y promocionó el desarrollo de distintos ámbitos artísticos, desde el teatro de marionetas hasta la ópera lírica. Fue luego consejero literario de la Organización del Libro Egipcio Generd. En 1959 renunció a estos prestigiosos cargos. En 1970, se convirtió en miembro del Consejo Supremo de Radio y Televisión.
Sus conocimientos de lenguas europeas le dio, durante todos estos años, la posibilidad de leer obras de literatura francesa, inglesa, alemana y rusa (se sintió especialmente fascinado por los escritores rusos). Mientras tanto, fue redactor de la revista literaria Al-Maŷalla, cuya publicación estaba vetada en Egipto bajo el régimen de Naser.
Publicó durante su vida colecciones de cuentos, poemas, muchos artículos en periódicos y su autobiografía. Está considerado uno de los padres y modernizadores de la narrativa egipcia y árabe en general.
Ganó diversos premios y obtuvo el doctorado honoris causa por la Universidad de Al-Minya, en Egipto.

2.La lámpara de Umm Hāšim: los contenidos
Se trata de una novela breve (o de un cuento largo, me parece lo mismo). El autor la escribió en 1939 y la publicó en 1944.

El protagonista es el joven Ismā'īl. Nace en una familia modesta, aunque no pobre, que durante una cierta época tiene bastante suerte con el comercio de grano. Su casa está pegada a la mezquita de Umm Hāšim, nieta del Profeta, hermana de Huseín, muerto a manos de los Omeyas en la batalla de Kerbala. Se dice que Umm Hāšim, en los últimos años de su vida, había viajado a Egipto donde había permanecido hasta su muerte. Muchos la consideran una santa milagrosa que protege a los desafortunados y a los enfermos. Se cree que en la mezquita se halla su tumba.
Ismā'īl recibe de su padre una educación religiosa rígida, aprende de memoria el Corán y va continuamente a la mezquita. Pero, a diferencia de sus hermanos mayores que se han formado en escuelas coránicas, estudia en escuelas públicas. Pese a su compromiso con el estudio, los resultados finales son mediocres y eso no le permite acceder a la facultad de Medicina, como es el proyecto de su familia. Mientras tanto, su madre lo ha prometido a una chica, Fātima, que vive en su casa y muestra hacia él una profunda devoción.
El padre de Ismā'īl, sin embargo, no se da por vencido: sueña para su hijo con una carrera de prestigio. Consigue el dinero necesario para enviarlo a estudiar a Europa. El muchacho se marcha a Inglaterra, en donde permanece durante siete años y obtiene el título de doctor en oftalmología. Tiene una larga relación con una mujer emancipada que lo introduce en una visión libre de las relaciones humanas, incluso las sexuales.
Cuando Ismā'īl vuelve a Egipto, ve su país, su ciudad y su barrio con otros ojos. Todo le resulta insoportable, incluso la idea de casarse con Fātima que está esperándole. Se opone con violencia a su madre, que cuida los ojos gravemente enfermos de la chica con el aceite “ milagroso” de la lámpara que ilumina la tumba de Umm Hāšim. Ismā'īl impone a Fātima su intervención científica para curar la enfermedad de sus ojos y la muchacha se somete a su voluntad, pero empeora hasta el punto de quedarse casi ciega.
Ismā'īl abandona a su familia desesperado y furioso. Alquila una habitación en casa de una mujer griega que lo explota. Por la noche sale y pasea al rededor de la casa de su familia y mira a la gente en la plaza de la mezquita ya no con rabia, sino con creciente piedad y ternura.
Finalmente se da cuenta, pensando en Fātima, de que sin la ayuda de la fe, de la confianza, del afecto, la ciencia pierde su valor.
Vuelve a casa de su familia y cuida con paciencia y cariño a Fātima con los medios de la ciencia occidental, pero también en nombre de Umm Hāšim y de la fe, y la muchacha se recupera. Ismā'īl se casa con ella. Luego abre una consulta en un barrio popular de El Cairo, donde, pese a los escasos medios de que dispone, cura y opera con éxito a muchos enfermos pobres.

3.Dos aspectos estructurales llamativos de la obraLos aspectos más llamativos de este cuento, entre ellos interconectados, son el intento del escritor de dar a su propia experiencia (no importa que la historia de Ismā'īl reproduzca fielmente, o con oportunos cambios, la de Yahya Haqqī) un valor de ejemplo; y el afán de conciliación de la cultura y de la ciencia occidental con el espíritu de Egipto.

La narración, casi siempre en tercera persona, se desarrolla desde el punto de vista del protagonista, y pero el narrador se identifica paradójicamente – y con una evidente violación de la lógica narrativa– con un sobrino de Ismā'īl, que al principio y al final de la novela habla en primera persona. Al principio de la novela (ob. cit., pp. 53-54) habla de la historia de su abuelo, padre de Ismā'īl. Después el sobrino desaparece y el narrador entra en los pensamientos y en las más recónditas aventuras de Ismā'īl. Al final de la historia, el sobrino reaparece e, incluso, se expresa con tono malicioso: “... he comprendido que a mi tío siguieron gustándole las mujeres durante toda la vida...”.
Se puede interpretar este juego narrativo (es curioso que algo similar aparezca al final de Los hermanos Karamázov de Dostoyevski) como confianza en la memoria de una generación joven, que vive en el mismo sitio donde comenzó, hace décadas, la vida de Ismā'īl. Coexisten, en definitiva, el sentido de una rica historia, en que se evidencian el punto de vista y los sentimientos más recónditos del personaje, con una especie de legado que el escritor simbólicamente deja a un joven de su familia (no se trata de un hijo, ¿quizás porque Yahya Haqqī no tuvo hijos varones?). ¿O el escritor ha querido subrayar que la historia es una reconstrucción en buena parte imaginaria e idealista que el sobrino ha hecho de la vida de él, su tío? Quién sabe.

El segundo aspecto estructural que llama la atención incluye la forma circular que tiene la novela, y, en su interior, los elementos que la hacen semejar a un cuento popular tradicional, no solo de Egipto: el héroe joven, a causa de un daño que ha sufrido o se ha provocado a sí mismo (en este caso concreto: la notas bajas que Ismā'īl ha conseguido al final del bachillerato que no le permiten matricularse en Medicina) – debe alejarse del lugar donde nació y vivió toda su vida. Debe separarse de sus seres queridos y medirse con el gran mundo desconocido. Ismā'īl, a diferencia de los héroes de los cuentos, no encuentra una bruja que quiere comérselo, y tampoco una hada viejita que le da un dono mágico, sino una mujer emancipada, inglesa, que lo despierta en todos los sentidos. Le hace perder la virginidad, le demuestra las ventajas de la libertad sexual, política y de pensamiento, y, al final, termina la relación. Él vuelve, al igual que muchos (no todos) los jóvenes viajeros de los cuentos, al lugar de donde se había marchado, cargado de experiencia, de ciencia y nueva conciencia. Rechaza el lugar, la familia, los valores fundamentales en los que se basaba su vida (¡error de presunción y de inhumanidad!). Se marcha otra vez, aunque por poco tiempo y no a tierras lejanas. Al final se une otra vez a su familia con propósitos más maduros que se han desarrollado a través del sufrimiento y el aislamiento de su familia y su comunidad; salva/sana a la chica que ha soportado sus silencios y su furias sin protestar y, naturalmente, se casa con ella que, a lo largo de los años, le dará once hijos.
Este esquema vuelve incluso en obras narrativas europeas, sobre todo de inspiración romántica: p. ej., en Ivanhoe de Walter Scott o en Los novios de A. Manzoni. Es algo presente en distintas culturas de los nacionalismos, aunque diferentemente matizados.

4. Personajes y lugares
Aparecen en la novela personajes considerados en su dimensión individual y personajes colectivos.

El individuo por excelencia es, por supuesto, Ismā'īl, joven solitario, obediente, respetuoso con los profesores, constante en el estudio, devoto e, incluso, hermoso: “ Así crece Ismā'īl, bajo la protección de Alá y de Umm Hāšim” (p.60).
El viaje y la estancia en Europa le han hecho descubrir la modernidad y, cuando vuelve a Egipto, se encuentra extrañado y hasta enfurecido con el atraso, la torpeza, la ignorancia, la superstición, la suciedad y el desorden que descubre en su país mirándolo con nuevos ojos. Al final se reconcilia con su origen, enriquecido por experiencias y conocimientos. Es interesante la imagen final de Ismā'īl que nos proporciona la novela: gordo, comilón, alegre, generoso, fumador, un poco mujeriego, descuidado en el vestir (otra analogía que se me ocurre, seguramente muy subjetiva: la Natasha de Guerra y paz de Tolstoi, en la parte final de la gran novela).
Al final, Ismā'īl muere de asma , sin arrepentimientos. Sus ojos, en los últimos tiempos de su vida: “Estaban llenos de amor y de comprensión. En ellos había malicia y bondad, tolerancia y afecto. Parecían decirte, ante todo: 'Tú y yo no somos lo único que existe en el mundo. Hay también belleza, misterios, placer y esplendor. ¡Dichoso quien lo siente todo! ¡Búscalo, búscalo!'” (p. 124).
Ismā'īl todavía cree en el Islam? No se sabe.

Fātima (no sé si lleva casualmente el nombre de la hija del Profeta) es el símbolo de una paciencia milenaria, altruismo, devoción y al final, sin pedirlo, obtiene el premio a su sumisión: se recupera de la ceguera, se casa con Ismā'īl y tiene muchos hijos. Una Cenicienta egipcia. Es la antítesis exacta de la chica con la que Ismā'īl ha tenido una larga relación en Inglaterra.

Hay otros personajes, que el autor esboza de manera más rápida: Na'ima, la prostituta que enciende los sentidos del protagonista adolescente y, al final, se redime por su fe (la tolerancia hacia ella y sus compañeras es, , para el autor, una de las pruebas del carácter generoso y compasivo del pueblo de El Cairo); el guardián de la mezquita, abierto, protector y altruista, que da, más o menos a escondidas, frascos del aceite “milagroso” de la lámpara a las personas que lo piden.
Aparecen fugazmente los sabios musulmanes que critican los excesos de estos fieles, que rayan en la superstición y en la idolatría.

De la familia de Ismā'īl destaca el padre, hombre devoto, pero también ligado a la vida real. La madre es una presencia silenciosa y devota, conserva el papel tradicional de la mujer. La familia, en su conjunto, sigue siendo para Ismā'īl (e imagino que para Yahya Haqqī) una institución positiva.

Están las personas que llenan la plaza e incluso la mezquita: vendedores, compradores, prostitutas, mendigos...

Al inicio de la novela aparece la plaza y la gente que la llena, y surgen reflexiones del protagonista (y del escritor): “¿Qué secreta injusticia es esta de que se quejan? ¿Y qué carga y oprime todos los pechos? A pesar de ello, en todos los rostros se observa una especie de satisfacción y de contento, ¡Con qué facilidad olvidan! Son muchas manos para recoger pocas piastras y millīmes. Aquí no hay ley, ni medida, ni precio: sólo costumbre, amiguismo, regateo y trampa en la medida o en el peso. Pero, aunque la medida está adulterada y la balanza trucada, todo se da por bueno” (p. 61). Es muy fuerte, en esta novela, el sentimiento nacionalista hacia Egipto – pese al origen turco de la familia de Yahya Haqqī – que funda sus raíces no tanto en un glorioso y remoto pasado, sino en las supuestas características del pueblo egipcio y, en concreto, de El Cairo: pobre, ignorante, sin ley, agotado, pero capaz de bondad, de tolerancia, de sentimientos puros y profundos, vital, y también – y sobre todo - compasivo.

Otro personaje, omnipresente, aunque muerto, es Umm Hāšim, con su lámpara, una especie de símbolo de la maternidad, un útero protector, con quien el protagonista tiene una relación turbulenta: de amor, de odio y otra vez de amor. Es ligera y pesada, sucia y limpia, brillante y opaca, ambigua pues, como son muchas madres para sus hijos.

El lugar principal (no el único, aparecen fugazmente paisajes de Inglaterra) en el que se desarrolla la historia es la plaza de la mezquita. Cito la consideración que hace, a este propósito, el editor de la obra:

El estilo de Yahya Haqqī en sus descripciones está muy próximo a las artes plásticas, y en el
Qindīl se ha querido ver la influencia de Degas. Al igual que este, Yahya Haqqī nos ofrece diferentes visiones sucesivas de una misma realidad, que aparece tratada de distinta manera e interpretada en función de los diferentes estados anímicos del protagonista - Ismā'īl-. Tenemos un claro ejemplo en la plaza de la mezquita, de la que encontramos tres versiones al menos: una descripción mesurada y serena (antes del viajes a Inglaterra); otra en tono agresivo y derrotista en plena crisis de regreso del viaje) y una tercera cargada de comprensión y de benevolencia (tras la superación de la crisis y su readaptación al medio en el que se había criado y en el que tiene que vivir nuevamente). El mismo fenómeno se produce con la cadena que sostiene la lámpara: tan pronto la ve sucia y ennegrecida por el hollín como le parece algo imperceptible y etéreo. (p. 42)

5. En conclusión
A 65 años de distancia de la creación de esta pequeña obra, ¿qué se puede pensar del sueño de Ismā'īl- Yahya Haqqī de conjugar las creencias y los valores de una comunidad todavía bastante cerrada en sí misma, aunque inquieta, y, en general, lo que se llama “identidad del pueblo” con una modernidad que tiene miles y miles de facetas, malas y buenas? ¿ Y el nacionalismo puede ser real abertura al mundo?
Creo que las preguntas son todavía muy actuales, a pesar de los cambios que han tenido lugar en estas décadas. La respuesta no puede ser la de Ismā'īl, personaje atractivo, sin duda, en algunos aspectos. La idea que transmite esta pequeña novela – es posible conjugar, de manera buena, sencilla, con pureza de corazón, las ventajas de la modernidad con la afectividad y las “raíces” de un pueblo antiguo y, desgraciadamente, decaído, - se manifiesta ilusoria. La modernidad es complicada, en su terrible ambigüedad, difícil de dominar y utilizar para mejorar la vida de todos, o al menos de siempre más personas, pero es necesario conocerla y sujetarla y esto cuesta mucho trabajo; y también la “identidad” (este término ha sido usado mil y mil veces en estas décadas, demasiado, para mí) de un pueblo es algo – si existe- , quizá, resistente, duro, hasta a menudo regresivo y serrado como murallas.
Hoy pienso que es así, hay una fractura con el pasado. El sueno que se ha expresado en esta pequeña novela se ha de improviso alejado, con increíble rapidez.

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