Traducción de Mercedes Aragón
Huertas. Cádiz 2002.UCA
Hay también una
traducción italiana de esta y de otras colecciones de cuentos de
Tamer, sobre todo curadas poe Eros Baldissera,
Una traducción en italiano, a que sigue una discusión, del cuento, se encuentra en el blog dell'arabista Jolanda Guardi.
Una traducción en italiano, a que sigue una discusión, del cuento, se encuentra en el blog dell'arabista Jolanda Guardi.
Sumario
1. El contexto
y algunos elementos de
la biografía del escritor
2. El
tigre
del
décimo
día:
la
colección
y
el
cuento
3. El
“mecanismo” de la degradación de la víctima
4.
El
existencialismo
de
Tāmir
5.
Abū
Hasan,
personaje
“hermano”
del
Tigre
1. El contexto
y algunos elementos de
la biografía del escritor
Zakaryyā Tāmir (Damasco, 1931) es uno
de los intelectuales que tuvo, desde el periodo de descolonización
de Oriente Próximo, un compromiso muy vivo con la situación
política y con la tradición cultural de su país que – es
importante recordarlo - fue durante muchos siglos una encrucijada de
culturas religiosas y de personas de múltiples orígenes.
Después del fracaso del intento, que
duró sólo tres años, de unificación con Egipto (1961), un golpe
de estado llevó al poder Hafez el-Assad, al cual en 2000 sucedió
como presidente su hijo Bashar el-Asad. El partido Baʿth,
al que
pertenecía
Hafez
el-Assad,
tenía en
su programa
el
panarabismo,
la libertad
y el
socialismo.
Desde la
liberación
del
protectorado
francés
hasta la
caída del
muro de
Berlín
(1989),
Siria fue
el
principal
aliado
medioriental
de la
URSS.
Seguramente
en
los
años
que
siguieron
a
la
revolución,
pese
a
todas
las
contradicciones,
en
Siria,
como
en
otros
países
árabes,
hubo
esperanzas
de
emancipación
del
pueblo,
que
el
joven
Zakaryyā
Tāmir
compartió.
Su
compromiso
se
dirigió
principalmente
a
la
formación
de
las
jóvenes
generaciones.
Escribió
cuentos
para
niños
con
la
intención
de
ofrecer
nuevos
contenidos,
de
acuerdo
con
la
lucha
por
la
emancipación
de
los
pueblos
árabes.
Desde
1967,
trabajó
para
el
Ministerio
de
Información
sirio
y,
más
tarde,
para
la
televisión
pública.
Dirigió
prestigiosas
revistas
literarias
y
también
para
niños.
Vivió
los
fracasos
de
las
guerras
contra
Israel
como
traumas
profundos
que tematizó
en su
obra con
intenso
dramatismo aunque
bajo una
apariencia casi
ingenua (me
refiero a
breves cuentos
que están
incluidos en
esta colección
y hemos
leído en
clase).
En 1980 publicó en una revista al-Ma’rifa, patrocinada por el Ministerio de Cultura de Siria, un extracto de una obra del literato Kawākibī (m. 1902), que denunciaba la tiranía a la que había llegado el régimen sirio casi un siglo antes y reivindicaba la libertad. Esta decisión de publicar las páginas de
Kawākibī fue considerada por el régimen de el-Asad como denuncia de la represión del presente1 y Tāmir tuvo que exiliarse de su país. Se trasladó a Gran Bretaña, a Oxford, donde vive todavía2.
En 1980 publicó en una revista al-Ma’rifa, patrocinada por el Ministerio de Cultura de Siria, un extracto de una obra del literato Kawākibī (m. 1902), que denunciaba la tiranía a la que había llegado el régimen sirio casi un siglo antes y reivindicaba la libertad. Esta decisión de publicar las páginas de
Kawākibī fue considerada por el régimen de el-Asad como denuncia de la represión del presente1 y Tāmir tuvo que exiliarse de su país. Se trasladó a Gran Bretaña, a Oxford, donde vive todavía2.
Leyó
luego
mucha
literatura
europea:
Maupassant,
Camus,
Gide,
Saint-Exupéry,
Gogol,
Dostoievski,
Chejov,
Brecht,
Hemingway,
Saroyan,
Steinbeck,
Moravia
etc.
(véase
la
introducción
de
M.
Aragón
Huerta,
cit.,
p.13)
y
se
interesó
por
el
movimiento
filosófico
existencialista.
En 2001 consiguió el premio literario Sultán Bin ‘Ali al-’Uways3 y en 2002 le fue concedida la Orden del Mérito siria. Recibió en 2009 el premio internacional de Montreal.
En 2001 consiguió el premio literario Sultán Bin ‘Ali al-’Uways3 y en 2002 le fue concedida la Orden del Mérito siria. Recibió en 2009 el premio internacional de Montreal.
2. El tigre
del décimo día: la colección y el cuento
La
obra
de
Zakaryyā
Tāmir
consta
de
un
inmenso
número
de
cuentos,
para
niños
y
para
adultos,
recogidos
en
varias
colecciones.
El
escritor
reaviva
la
gran
tradición
árabe
de
los
cuentos
breves
a
la
vez
encajados
uno
en
el
otro,
del
gusto
narrativo
de
origen
popular,
en
que
el
realismo
se
mezcla
con
la
magia
que,
en
la
obra
de
este
escritor,
se
transforma
en
surrealismo,
al
menos
en
los
cuentos
que
he
leído
hasta
ahora4.
El diálogo,
que en
general ocupa
un amplio
espacio, lleva
a la
escena la
vida.
El
libro que
toma el
nombre del
cuento El
tigre
del
décimo
día
fue
publicado
en Beirut
en 1979.
Se
trata
de
16
relatos,
de
diferente
tamaño,
en
los
que
se
pueden
reconocer
las
características
que
ilustra
la
cuidadora
y
traductora
de
la
colección5.
La
historia
del cuento
que da
su nombre
a la
colección
es bastante
sencilla:
un tigre,
capturado
por unos
hombres y
encerrado
en una
jaula,
sufre los
chantajes
sádicos
del
domador,
que,
confiando
en una
necesidad
básica del
cuerpo de
su víctima,
el hambre,
humilla
cada vez
al
orgulloso
animal, lo
obliga a
cambiar en
lo más
profundo de
su ser,
a aceptar
identificarse
con la
naturaleza
de otros
animales
que para
él son
insignificantes,
débiles,
casi
"femeninos":
el gato,
el asno,
los
herbívoros
rumiantes.
3. El
“mecanismo” de la degradación de la víctima
Este cuento
reaviva los
antiquísimos
cuentos de
animales
hablantes,
en clave
alegórica
e
intensamente
dramática.
La narración avanza en un clímax de sadismo por parte del domador, y un anticlímax con respecto a la vitalidad y la dignidad del tigre. Este último comienza, a causa de un hambre insoportable, a aceptar órdenes que le parecen casi neutros; luego se ve obligado a expresarse con el maullido del gato, el rebuzno del burro y, finalmente, a comer hierba como los herbívoros rumiantes.
En la última línea, la de la conclusión, una vuelta de tuerca: el tigre se transforma - ¿por un sortilegio trágico o en realidad? – en un hombre; la jaula, en la ciudad.
Naturalmente el protagonista es el tigre. La historia está narrada en tercera persona, pero el autor mantiene el enfoque del punto de vista del tigre, del que cuenta, de manera esencial e incisiva, los pensamientos.
Seguimos el anticlímax que describe el degrado del tigre, a través los dos momentos en que comparecen en su percepción las selvas y la vida libre. Al principio del cuento, “Las selvas se alejaron del tigre cautivo en una jaula” (p. 152); y luego, cuando no ha sufrido aún hasta el grado máximo los dolores del hambre, “El tigre sintió hambre y evocó, triste, los días en que corría como el viento sin cadenas persiguiendo a sus presas” (p. 153). Al fin, antes de imitar el rebuzno del asno, “El tigre intentó acordarse de las selvas, mas fracasó” (p. 155).
Cuando el sufrimiento y la degradación han tocado fondo, ya no queda espacio para el recuerdo ni la nostalgia. El opresor ha llegado a desgastar a la víctima incluso en sus pensamientos íntimos. La memoria está muerta. Cualquier sentimiento desaparecerá bajo el impulso bestial de comer.
Dice Primo Levi a propósito de estos mecanismos de condicionamiento, en una colección de reflexiones sobre su experiencia en Auschwitz, Los hundidos y los salvados6, que publicó poco antes de suicidarse, que el poder de los torturadores intenta no sólo a obtener la obediencia de los torturados, sino degradar a sus víctimas y hacerlas semejantes a sí mismos.
El domador, como les pasa a muchos verdugos, no hace argumentaciones; hace sólo un pequeño discurso inicial, ferozmente “pedagógico”, con el que llama a la víctima a la nueva realidad: el tigre tiene que darse cuenta de que ya no es un ser poderoso de la selva, sino un esclavo, y que, por eso, debe obedecer las órdenes ajenas. En los días siguientes, el hombre usa, para dirigirse al tigre, frases breves, ninguna argumentación, y su postura es muy calmada, alejada.
Un aspecto fundamental, y seguramente no casual, de la caracterización de este personaje es el hecho de que se encuentra siempre rodeado de alumnos. Parece que una verdadera, programada, institucional y sistemática ferocidad necesite, en muchos casos, la presencia de otros seres humanos que compartan/ admiren las actuaciones del verdugo y las hagan parecer algo normal y legítimo, incluso útil a la sociedad. Sobre la naturaleza de este género de violencia hubo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, muchas investigaciones y reflexiones que mostraron el carácter grupal de las actuaciones en el ejercicio de la violencia institucional.
4. El existencialismo de TāmirEntre estos escritores, filósofos y pensadores que se ocuparon del tema, estuvo Albert Camus. Por lo que conozco de Tāmir, me parece que su visión sin duda “de izquierda” está profundamente contaminada por el existencialismo de Camus más que por el de Sartre, que considero más abstracto y grandilocuente. Camus (sobre todo el Camus de El hombre rebelde y de La peste, libros que han marcado mi vida), al contrario, se resiste al nihilismo a través de la valoración de una solidaridad entre los seres humanos que no está exenta de ternura, de compasión, de la necesidad de sumergirse activamente en la situación de los demás, en la vida de cada día.
Lo que me ha parecido leer en Tāmir, incluso en este cuento, es el afecto, la ternura hacia el personaje que sufre, exactamente lo contrario de una descripción de torturas sólo exterior, “objetiva”, fría, como pasa en muchas crónicas de violaciones de derechos humanos. Tāmir, incluso cuando utiliza el lenguaje más simbólico, es muy cuidadoso al trasladar a la página, aunque de forma muy sintética e incisiva, la condición interior del personaje que sufre. Hay una gran valoración no del individualismo sino de la individualidad, elemento demasiadas veces poco considerado por la izquierda (para mí, una de sus debilidades mayores).
El verdugo sufre una “discriminación” del escritor; está narrado sólo desde el exterior en sus palabras y sus actuaciones que, de todos modos, lo caracterizan muy bien pero no permiten entrar en él. Es por eso un personaje mucho más lineal, de una sola dimensión.
Otro elemento que me parece presente en muchos de los cuentos que he leído de este autor – y también en este – es el aturdimiento de la naturaleza: aunque muchos de los acontecimientos que narra Tāmir tienen un entorno urbano, la naturaleza, incluso por medio de la narración alegórica y surrealista, parece asustada, consternada y herida por la violencia extrema de los seres humanos. No se trata de una visión idílica e ingenua de la naturaleza, sino del eco universal que tiene la maldad humana, espantosa e idiota.
Abū Hasan, personaje “hermano” de El tigreEn un cuento anterior de la colección, En una de tantas noches, Tāmir reproduce una historia de tortura y de degradación de un hombre, Abū Hasan, paralela a la del Tigre.
Naturalmente, no me detengo en el análisis del cuento En una de tantas noches, pero subrayo una analogía y una diferencia que me parecen relevantes.
La analogía que llama mi atención se halla en el estado de “equilibrio” en que se encuentran al principio los dos personajes, que en El Tigre está representado por su posturas y su recuerdos después de la captura, en En una de tantas noches ocupa un amplio espacio inicial. Ambo protagonistas gozan de prestigio, en sus respectivos ambientes, y son inocentemente orgullosos y “egocéntricos” – están seguros de sus propios valores - como si se tratase de algo intrínseco, natural, sobre lo que no se necesita reflexionar. Los torturadores castigan este orgullo ingenuo y destruyen no sólo el presente y el futuro, sino incluso el pasado de las víctimas.
Una diferencia importante entre los dos cuentos está en el hecho de que, en el Tigre, la capacidad de un pensamiento articulado, de memoria que permita un alejamiento aunque breve de la situación presente es destruida. En Abū Hasan esta facultad parece permanecer: él cuenta al niño tremendo y tierno que ha degollado a su madre – símbolo de una vida feroz, lacerada y sin futuro – y que cuando se acuesta busca la voz materna, una historia que se conecta significativamente a la antigua tradición del cuento árabe. Pero el cuento se transforma pronto en un recorrido de horror sobre el placer de la crueldad que toca el ámbito más profundo del hombre: el de la sexualidad, de la ilusión del amor, del sentido de sí mismo. Y deja al protagonista poseído por la violencia el doble impulso de matarse a sí mismo y/o a acabar, no se sabe si por indignación contra él o por un furia de destrucción, con la vida del niño.
1Entre
las represiones que hubo en los años siguientes, la de los Hermanos
Musulmanes me hace pensar en dos hechos: en mi experiencia personal
– me enseñó el alifato árabe una señora siria, cuyo hermano
había sido asesinado por la represión de este grupo religioso- y
en la mala suerte que tuvieron en mi país, hace algunos años, un
joven ingeniero sirio, su mujer y sus cuatro hijos. Esta familia
llegó desde Inglaterra, donde estaban exiliados como hermanos
musulmanes, al aeropuerto de Fiumicino, cerca de Roma, para poder
continuar hacia Marruecos. La policía italiana, en base a una ley
vergonzosa hecha por el gobierno racista, los detuvo como
inmigrantes ilegales y los metió en un avión hacia Siria, atando
las manos a los niños, pese a que rogaban que no los enviasen a
Siria. Se sabe que cuando llegaron a Siria, el hombre fue torturado.
No se sabe qué le pasó a su mujer y a sus hijos. En aquel tiempo
descubrí a Zakaryyā
Tāmir...
2De
esta desilusión de los intelectuales árabes – y no sólo de
intelectuales, sino de gran parte de los pueblos – habla el
islamólogo francés Gilles Kepel, sobre todo en su obra Jihad :
Expansion et déclin de
l'islamisme, Paris, Gallimard, [2000], revised edition
2003. Por mi parte, recuerdo que en mis primeros años en la
enseñanza – trabajaba en aquella época en una escuela para niños
de 11-14 años – tenía que impartir también clases de geografía
y utilizaba textos muy progresistas (era alrededor de 1968) en los
que se hablaba, a propósito de Siria, Libia, Iraq etc., de
“socialismo árabe”. Es posible que la Primavera Árabe, difícil
todavía de comprender plenamente, haya surgido, al menos en parte,
de la situación descrita por Kepel.
3http://en.wikipedia.org/wiki/Al_Owais_Award
. No
consigo entender
cómo un
escritor que
no ha
podido seguir
viviendo en
su país
– al menos
eso parece
– acepta este
premio que
instituyeron los
Emiratos Árabes
y después
de esto,
un importante
reconocimiento
en su
país de
origen.
Probablemente no
conozco bien
lo que
pasa en
los países
árabes en
el ámbito
cultural y
por eso
no me
oriento. He
escuchado hoy una entrevista de Isabella Camera d'Afflitto que dice,
entre otras cosas, que nosotros occidentales tenemos una opinión
falsa y exagerada sobre las censura en los países árabes. Véase
el enlace
http://www.letteratura.rai.it/articoli/letteratura-araba-contemporanea-tendenze-in-atto/14007/default.aspx.
Me gustaría conocer mejor este asunto.
4He
leído esta colección y algunos cuentos aislados que encontré en
Internet.
5Me
ha parecido particularmente interesante en la introducción de
M.A.H. el discurso sobre la relación entre la tradición literaria
árabe, culta y popular, y la obra narrativa de Tāmir (v. ob. cit.,
pp. 27-33).
6Primo
Levi: I sommersi e i
salvati (1986). Trad. esp.: Los hundidos
y los salvados. Barcelona: El
Aleph, 1988. (Trad. de Pilar Gómez Bedate, reimpresa por Círculo
de Lectores.)
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